viernes, 15 de julio de 2011

Va de amigos.


Doscientos sesenta amigos en Tuenti, ciento noventa y cinco amigos en Facebook. Estando rodeado de gente puedes sentirte más sólo que nunca. Y más si hace cinco días que puedes decir que no has pisado la calle ni has hablado con nadie sin que sea a través de alguna red social.
Quiera la gente o no, no es lo mismo hablar a través de una pantalla que la relación de la gente día a día, osease socialmente, saliendo a la calle, aunque sea a no hacer nada, pero por lo menos se habla y tal.
Claro. La gente ya tiene con quien salir, y no vas a ir tú ahí de acoplado.
Luego llega el día “bueno”. Haces un plan, y de repente te salen dos más. El mismo día. Eso ya es para rematar la fiesta. Eliges, bueno eliges. Vas al que ya tenías planeado, no vas a dejar colgada a la pobre persona con la que ya tenías planeado algo. Pero siempre te queda ese malestar por dentro por haber tenido que decir que no a los otros planes.
Luego llegan las vacaciones, es decir, el viaje a la playa, pueblo o casita rural en las rutas pirenaicas, osease montaña. Te despides de todo el mundo con quien no te vas a ver en una quincena, un mes, dos, o quizá todo el verano. Hablas, lloras, te despides y hasta la vuelta.
Ya en la distancia, echas de menos lo que dejas atrás, y aunque lo que puedas encontrar donde vayas de vacaciones pueda ser mejor, nunca dejas de pensar en lo que se ha quedado atrás. Los amigos con los que has pasado un curso entero, nueve largos meses, que van a volver rápido porque el verano, de una forma u otra, dura un suspiro y pasa más rápido de lo que parece.
Hermana, hija, va por vosotras. A una por el pesimismo y a otra por la distancia, ya sabéis.

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