sábado, 4 de febrero de 2012

La vida.

La vida es corta. Tan corta que puede acabar antes de que te de tiempo a acabar una frase, esta por ejemplo. Tan corta que no vale la pena estar mal por nada. Pero por más que se diga, nunca se cumple. Siempre hay algo por lo que estar mal. Por desgracia hay momentos en los que nada consigue animarte, sólo es cuestión de esperar el nuevo día y que todo se haya ido de tu mente. Días en los que pareces morir por dentro y en los que por tus ojos no dejan de caer lágrimas. Mucha gente tiene estos días, unos más y otros menos. Cuando tienes un día de estos, procuras que nadie lo note. Finges que todo va bien y dejas pasar el tiempo. Cuando otra persona tiene uno de estos días, sacas argumentos de donde no los hay para intentar alegrar a esa persona. Lo difícil es cuando tanto tú como otra persona tiene estos días. Como viene siendo habitual, sacas adelante el optimismo, pero nunca para ti mismo, si no para el resto de la gente. Algo que normalmente, haces siempre. Las opiniones que puedas dar a los demás nunca van contigo. Dices cosas que hagan sentirse bien a la gente, pero por bueno sea lo que digas, no te lo aplicas a ti mismo. Podrías, sabes que lo que dices tiene sentido, pero no lo haces. Algo dentro de ti espera que alguien se dé cuenta de lo que te pasa y te diga esas mismas cosas. Aunque no es lo importante, lo importante es la persona con la que estás hablando. Obviamente esta persona no sabe que tú estás mal, ni falta que hace. Normalmente si la persona que está mal descubre que tú estás mal, se pone peor. Pero tiendes a llevarlo al extremo, una sonrisa se dibuja en tu cara veinticuatro horas al día. Obviamente, cuando estás acompañado. Con el tiempo te acostumbras a ello y, aunque eres tú  mismo, porque la persona no cambia, todo es diferente. Pierdes seguridad, pierdes concentración, pierdes una parte de ti. Luego, cuando escribes textos como este, todo el mundo piensa que si lo escribes es porque te pasa. Es cierto. O puede que haya pasado y por alguna razón lo hayas recordado y escribas sobre ello. En esta vida puede pasar de todo. Y pudiendo pasar de todo y siendo tan corta, aprovecha al máximo cada segundo, no des nunca nada por perdido, nada es imposible. Estudia. Sí, estudia, resulta más útil de lo que parece, aunque sea irónico que sea yo quién lo diga, quizá sea porque lo estoy comprobando. Vive y también deja vivir. Sé feliz. Son palabras mayores, la felicidad no existe. Pero llega un punto que a tu alrededor todo es bueno y, por cosas malas que pueda haber, hay algo que lo bloquea, en ese momento dices que estás feliz. Todo en la vida tiene una explicación, aunque muchas veces sobra. Salta, canta, grita, desafina, qué más da. Es tu vida, vívela como quieras. Pero no triste. No vale la pena. Y sí alguna vez, cualquiera que sea, te sientes mal, yo estaré ahí. Aunque no sea para mi mismo.

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